lunes, 26 de octubre de 2009

Humildad

Es andar en la verdad, el problema no es reconocer alguna virtud que tengamos, sino la actitud con la que la vivimos.  He conocido personas con muchas virtudes que no pueden ser admiradas por su arrogancia y orgullo, pero también he conocido personas que son incapaces de reconocer sus virtudes y no se consideran para nada valiosos.  Ninguna de las dos actitudes permite que los dones que Dios ha depositado sean utilizados para glorificar su nombre. Debemos humildemente reconocer y ponerlos al servicio de los demás.  La humildad se trata de hacerse pequeño para amar al otro, de estar dispuestos a servir, sin esperar ser servidos.  Este es el ejemplo de humildad que nos dejó Jesús, que siendo Dios, vivió como uno de tantos de su pueblo y no alardeó de su condición divina; tal era su condición que, cuando empezó a predicar, decían los de su pueblo: De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? No es el hijo del carpintero? (Mateo 13,54-55).  Con su ejemplo nos enseñó el verdadero sentido de la vida, desgastarnos por el otro, y su mayor prueba fue dar la vida por sus amigos, para enseñarnos a darnos al otro, muriendo a nuestros egoísmos y pasiones para que otros puedan vivir mejor.
 
¨Señor, cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión; cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; cuando piense en mi mismo, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos.  Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.¨ Amén. (Madre Teresa de Calcuta).
 
 
 
 
 

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